“Ser guardián de semillas implica ser guardián de vida en un entorno biodiverso. Es una tarea crucial e imprescindible para el mundo, ya que la vida misma está en riesgo si carecemos de guardianes” dijo Adreia Capelari Dos Santos, una apasionada guardiana de semillas, que hace 15 años comenzó esta labor y actualmente cuenta con más 30 variedades de semillas en la Casa de Semillas de Iguazú. Esta cifra varía según el clima, el año y las limitaciones estructurales, pero continuamente se encuentra cultivando la tierra y creando semilleros.
La Casa de Semillas de Andreia es un fiel reflejo de su compromiso con la preservación de las semillas nativas y criollas, una labor que realiza junto a su familia en un terreno de las 2 mil hectáreas de Puerto Iguazú. En esta Casa guardan tesoros para la humanidad. Conservan en estantes, frascos y recipientes, semillas, maíces, porotos y más, para que en épocas de crisis (heladas, granizadas y sequías) o pérdida de semillas, se distribuyan a los productores que las necesiten o se intercambien. De esta manera, la permanencia y continuidad de los alimentos está garantizada.
Para Andreia, esta actividad involucra a toda la familia en distintos roles; los hijos y todos los miembros del hogar participan activamente. Cuidamos las plantas, cosechamos, almacenamos y etiquetamos, cada uno aportando su granito de arena en estas tareas. Las semillas nativas son autóctonas de la región, mientras que las criollas se adaptaron sin tratamiento químico ni agregados.
“Para nosotros, ser guardianes de semillas es sumamente gratificante, ya que contribuimos como ciudadanos a preservar esta preciosa vida y a mantener un ciclo natural desde su nacimiento hasta la reproducción, con el propósito de alimentarnos de forma saludable. Ser sinónimo de vida sana es nuestro mayor objetivo”. Cerró Andreia con entusiasmo.